Eduardo la hizo mujer una tarde del verano de
1984. ValérieTasso, autora de “Diario de una ninfómana”, apenas contaba quince
años de edad. Educada a la vieja usanza, creció en un mundo de soledad y
silencio, sin comunicación franca con sus padres. En ese firmamento de
tinieblas se refugió en la comunicación del cuerpo, la explosión de los
sentidos de mujer. Muchos hombres durante su juventud, pero mucha soledad
tambien. “¡¡Qué sabrás tú de comunicación!!” –solía reprocharle a sus amantes
ocasionales. De Francia se trasladó a España para vivir en Barcelona. Citas a
ciegas, amores furtivos. Hassan, director de una revista marroquí, la citó en
el hotel Majestic. Poco dotado para hacerle incluso cosquillas, en realidad le
gustaba acostarse con ella para satisfacer su idea de tirarse a una ciudadana
de la Francia colonialista. Durmieron juntos y a la mañana siguiente partieron
hacia Madrid, donde el periodista iba a participar en un evento en el palacio
de la Zarzuela. Mientras Hassan cubría la cumbre diplomática hispanomarroquí,
Valérie se perdió entre las calles de Madrid. Cuatro kikis (polvos, mantecados)
sumó con varios desconocidos antes de regresar al hotel por la tarde. A la
mañana siguiente, Hassan y ella se despidieron en el aeropuerto de Barajas. El
periodista viajó a Rabat y la francesa regresó a Barcelona. Aquella noche cenó
con un banquero. Aceptó la invitación con la idea de seducirlo mientras él
devoraba un solomillo con queso de cabrales... Ñam, ñam, ñam... Primero le iba
a dar las medias de seda y después las bragas con fragancia a rosa fresca. Pero
no se atrevió a quitarse la ropa interior debajo de la mesa. Quedaron en verse
de nuevo. La noche siguiente durmió con Franco, un amigo italiano, y a la otra
mañana viajó a Francia. Tras cenar a solas con la abuela salió a pasear por la
villa. Entró en el cementerio. Sentada en una lápida, y sumida en la paz del
camposanto, dejó pasar el tiempo. De repente, el ruido de pisadas la sacó del embeleso.
Una luz se hizo paso hacia ella. El foco de la linterna no la dejó ver a los
dos hombres. Uno, dijo: "No son horas de visitar el cementerio".
"No creo en los muertos vivientes" -respondió Valérie. Ambos
sepultureros rieron. Falda casi transparente, blusa muy ajustada, sandalias de
verano. El hombre de la linterna se pasó la lengua por los labios mientras la
contemplaba de arriba abajo. El cementerio se quedó a oscuras y uno de los
hombres avanzó hacia ella. Le acarició el cabello, la cara, el cuello. Le metió
dos dedos en la boca. Mientras ella los besaba como si fuera una pinga (verga,
cipote) el otro hombre la tomó por detrás. Le subió la falda y le bajó las
bragas. Besó la prenda como si de un fetiche mágico se tratara. Después se
quitó el pantalón y empezó a masturbarse. Exclamó: "¡¡Nena, tienes un culo
de vicio!!". Pasó el tiempo, quizá horas, y Valérie recuperó el
conocimiento tumbada junto a una fosa, sola, desnuda, sucia. Regresó a
Barcelona y le dejó un mensaje al banquero en el contestador telefónico:
"LLámame cuando quieras, a cualquier hora". La una de la mañana, las
dos, las cuatro y no conciliaba el sueño. Trató de hacerlo masturbándose, pero
el coño (breva, panocha) deseaba un puñado de carne humana, 18 centímetros de
polla (chimbo, manubrio). Se levantó temprano, cansada y malhumorada por no
haber pegado ojo. En la agencia de publicidad terminó de hacer los planes del
viaje a Perú. Después de almorzar sonó el teléfono. El director del banco,
dijo: "¿Cenamos juntos esta noche?". Ella deseaba locamente pegarle
un revolcón, pero estaba con el período, un contratiempo... o no. Cenaron en un
restaurante de moda y bailaron hasta las tantas. El banquero estaba caliente,
excitado. Valérie notó el pene abultado debajo del pantalón de algodón. "¡¡Domestícame!!"
-dijo ella con la mirada. En el apartamennto de Rosendo ella dejó de ser una
felina para convertirse en un suculento solomillo con queso de cabrales entre
los labios de su compañero de parranda. Noche mágica, Valérie tocó las estrellas.
El banquero follaba (jodía, chingaba) como los ángeles. Aquella velada dejó
huella en la francesa. Durante varios días no se lo quitó de encima. "¿Me
estaré enamorando sólo porque folla como los ángeles?". El director de la
agencia de publicidad, la sacó de la higuera: "Tienes que viajar hoy
mismo. Pero ya ¿eh?". Ella pretextó no tener aún listo el equipaje. En
realidad quería ver de nuevo al banquero. "¿Qué dices? -refunfuñó el
jefe-. Dentro de una hora te quiero ver en el aeropuerto". Minutos antes
de embarcar sonó el teléfono celular (móvil) de Valérie. Era el director del
banco: "¿Cenamos juntos esta noche?". En Lima se hospedó en el hotel
Prado, pero antes de entrar en su habitación lo hizo en la de Roberto, otro
huésped, aunque muy rústico en el arte de la coyunda. Por la mañana contrató a
Rafael como guía turístico. "Follaba como los ángeles". Dos semanas
inolvidables en Perú y retorno a Barcelona. En el avión por fin abrió el regalo
de su cicerone. "Querida jefa, el tesoro del amor viene en cofres pequeños.
Rafa". Derramó tímidas lágrimas de corazón herido por la tristeza.
"No recuerdo haber llorado así por ningún hombre". Un montón de
cartas la saludó en la oficina, entre ellas una misiva del banquero. Aquella
tarde el director de la agencia le comunicó la buena nueva. Estaba despedida
por mor de la reestructuración de la empresa. Llamó al banquero. Conejaron
(jodieron, culearon) salvajemente. De súbito ella notó las nalgas de Rosendo en
plena cara... y un agujerito necesitado de mucho cariño. "Ahora penétrame
tú". Ella se quedó perpleja, medio aturdida. El caballero la rescató de la
luna de Valencia: "Las hormonas masculinas a veces dejan como un cerdo a
quien no lo es". Tres meses estuvo buscando trabajo. Hassan le ofreció un
puesto en la revista, pero a ella no le gustaba Marruecos para vivir. El resto
del verano durmió cada noche con Toni, un funcionario del Cuerpo Nacional de
Policía. En septiembre de 1997, Toni partió hacia Málaga, su nuevo
destino."Mi aburrimiento por tener una vida sexual descabellada, de cama
en cama, para luego estar una temporada completamente sola, me pesaba en el
fondo. No es que deseara encontrar el amor de mi vida y cambiar de la noche a
la mañana, pero sí me apetecía encontrar a alguien que me hiciera vibrar de
verdad, y que me correspondiera. Un fatídico día me enamoré de Jaime, un hombre
menudo, pero alto, mejillas descarnadas y nariz prominente con una verruga en
la punta. Manos de pianista y dedos largos. Mucha labia hablando de todo. Pero
en realidad era un perdedor, un desecho humano. Economista de profesión y con
un brillante curriculum, sin embargo nunca triunfó como empresario de
prestigio. Fue un amor a primera vista sin lugar a dudas. Al menos por mi
parte. Para él fue sencillamente un juego, y había decidido jugar conmigo hasta
las últimas consecuencias". Veinte años de edad de diferencia entre ambos.
Jaime desempeñaba el cargo de director en una consultoría financiera. Un día
leyó el anuncio de Valérie ofreciendo sus servicios laborales. La citó pero el
sueldo de 250.000 pesetas mensuales (un euro equivale a 166.4 pesetas antiguas)
no le convenció a ella. Volvieron a verse porque él se había quedado prendado
de la francesa. Tramó un ardid para invitarla a cenar. Jaime se declaró como un
mozalbete. Hubo conejanza entre ambos. Cinco minutos duró la cosa, cuatro
tratando ella de convencerlo de follar con preservativo. Pero un grano no hace
granero y las relaciones sexuales mejoraron. Corría el verano de 1998 cuando
decidieron vivir juntos, en un apartamento de la Villa Olímpica, frente al mar,
la mar. La vida de pareja no iba viento en popa, pero Valérie abandonó la
trayectoria como amante de ocasión. Parecía una consolada ama de casa. Una
noche organizó una cena para su amiga Sonia. Jaime la saludó con un beso en la
mano. "Esta práctica antigua y pasada de moda siempre nos gustó a las
mujeres a quienes nos atraen los caballeros. Sonia estaba en el cielo".
Pero Jaime no atravesaba la mejor época de su vida. Taciturno unas veces y
violento otras, terminó confesando su problema, un presunto embargo inminente
de su casa madrileña, donde pasaba los fines de semana con sus hijos. Pagaba
cinco millones en el plazo de una semana o dejaba de ser propietario del bonito
chalet. Cinco millones de pesetas, qué casualidad, los ahorros depositados por
Valérie en el banco. Puso el dinero a su disposición. "Estaba tan contento
y me abrazaba con tanta fuerza que estuvo a punto de ahogarme". Pero ni
hubo embargo ni Jaime poseía ninguna casa en Madrid. En realidad en Madrid
estaba otra novia, Carolina. Adúltero, estafador y cocainómano. Ambas mujeres
cuando descubrieron la verdad decidieron vengarse del forajido. La fecha
elegida el Día de los Enamorados, aquel memorable 14 de febrero de 1999.
Sorpresa mayúscula cuando llegó al restaurante madrileño y en vez de Carolina
estaban las dos. Después de un sonado rifirafe Jaime huyó despavorido. Con
sendas tijeras las novias despechadas hicieron trizas los trajes de Jaime, las
camisas de seda, las corbatas de marca. Luego metieron los restos en una maleta
y la enviaron en taxi a un hotel. Cuando Jaime llamó a Carolina para decirle
que no quería a Valérie (a la francesa le dijo lo mismo de Carolina), la ex
modelo madrileña le dio la dirección del hotel. Engañada y sin dinero, Valérie
buscó trabajo como prostituta en una agencia de contactos. Dos servicios y
75.000 pesetas para empezar. Con el primer cliente no hubo penetración y con el
segundo disfrutó de lo lindo. También con un huésped del hotel Juan Carlos pasó
un rato agradable. "Era muy dulce y aunque no tuve ningún orgasmo me hizo
disfrutar. Acariciaba muy bien. Me dio 20.000 pesetas de propina".
Aprendió varios trucos en la casa de lenocinio, uno tan práctico como disimular
los efectos de la regla. "Cuando te salga un servicio -le dijo la
encargada del prostíbulo-, en vez de ponerte un tampón usas un trocito de
esponja de mar. El cliente no se dará cuenta". Tras los primeros momentos
de nerviosismo, recelos y disputas con las demás pupilas del burdel, el
ambiente tomó un cariz más tranquilo. "No es un trabajo más difícil que
otro. Es distinto, nada más. Ahora, pasadas las primeras tempestades, la rutina
me permite disfrutar mejor mi sexualidad liberada". Pedro, un empresario
con inclinaciones paternalistas, quiso convertirla en su novia. "Era muy
amable, pero como amante era un desastre". "¿Por qué haces este
trabajo" -dijo Pedro-. "Hago esto porque existes tú" -respondió
la francesa. Aquella tarde Valérie salió del gimnasio, paró un taxi y fue a ver
a su nuevo cliente, un ingeniero aeronáutico. "Resultó maravilloso. Me
corrí sin fingir. Era un experto en la anatomía femenina. Cuando terminamos
saqué de mi monedero 50.000 pesetas. Quiero agradecerte este momento. Hoy
invito yo". En un mes como prostituta ganó casi dos millones de pesetas, y
conoció a Giovanni. "No era guapo, pero su rostro proyectaba serenidad y
simpatía. Cuando salió de la ducha me tomó con fuerza entre sus brazos, y me
sorprendió porque los hombres suelen ir directamente al grano. Nos entrelazamos
unos instantes y luego me miró con ternura y nos fundimos en un beso tierno.
Tuve la sensación de conocerlo de toda la vida, su olor, su sonrisa, sus manos.
Ese día supe que jamás iba a pertenecer a nadie más. Me prometió llamarme
cuando pasara de nuevo por Barcelona. Lo hizo un mes y medio después. Estuvimos
juntos toda la noche. Dormimos como nos gusta dormir a las mujeres. No me dejó
sola ni un segundo, yo boca abajo y él arropándome con sus brazos, con sus
piernas, con su respiración. En mi descenso hacia el infierno había encontrado
a mi Dios particular, aquel hombre maduro, alto, medio canoso, ojos verdes,
manos fuertes, un león ardiente cuando llegaba la noche y dulce y romántico
después. La boca de Dios me trastornaba cuando me devoraba de norte a sur con
parada y fonda en el ecuador. Me había enamorado de Giovanni.
Nota.- Valérie Tasso es licenciada en Administración de Empresas y en Lenguas
Extranjeras Aplicadas.
La cigüeña dejó a Luz Marina en Cangas de Onís, una mañana de junio. La culpa la tuvo, nueve meses antes, cierta excursión hecha por los padres a la garganta del río Cares. La noche los sorprendió lejos del albergue; durmieron poco. La boda debió celebrarse de prisa y corriendo. Los años pasaron en un abrir y cerrar de ojos. En un curso de verano en la universidad, Luz Marina conoció a un profesor residente en Nueva York. Emigró allá siguiendo su estela. La inició en el arte del sadomasoquismo. Luego siguieron otros. Un agente de la DEA la reclutó para infiltrarla en una banda de narcotraficantes colombianos. El éxito de la operación la catapultó en la guerra contra el crimen organizado. La destinaron a Sudamérica. Hoy vive en México dedicada a su empresa de consultoría de seguridad.
-¿Qué recuerdos tienes de tus años como agente de la DEA?
-Me dio la oportunidad de conocer diferentes países.
-También diferentes hombres, ¿verdad?
-Por supuesto.
-¿Muchos?
-Confieso que he vivido.
-¿Te has casado?
-Estuve a punto de hacerlo. Pero mi novio me dejó.
-¿Qué significan los hombres para ti?
-La esencia de la vida. Sin ellos no hay amor, ilusiones, sexo.
-¿Te has acostado con dos hombres a la vez?
-La primera vez lo hice con unos conocidos de mi amiga Gladys.
-¿Qué te pareció la experiencia?
-Se la recomiendo a todas las mujeres.
-¿Te sacaron fotografías?
-Se peleaban entre ellos por hacérmelas.
-Pero eso puede ser peligroso, ¿no?
-Si te casas y las encuentra tu marido en internet puede ser una bomba.
-¿Has vivido simultáneamente con varias parejas?
-Por mi trabajo me ha resultado fácil. Un novio en Colombia, otro en Venezuela, otro en Perú.
-¿Nunca te confundiste de nombre?
-A todos los llamaba amor; amor por aquí y amor por allá.
-Pero una vez metiste la pata con tu novio venezolano.
-No estaba con él desde hacía un mes y le dije: "Te noto más delgado", y no era cierto. Es que me había acostumbrado a mi novio peruano, bastante más robusto.
-¿Sospechó algo?
-Me miró sin decirme nada.
-¿Te has enamorado en alguna ocasión?
-Toda la vida he sido una romántica.
-Pero ¿se pueden querer tres hombres a la vez?
-¿Por qué no?
-¿Qué te seduce de un hombre?
-La voz, la mirada, las manos, la sonrisa, el talento, la osadía, la dulzura, el salvajismo haciendo el amor.
-¿Cómo te gustan los hombres en la cama?
-Apasionados, infatigables, dominantes.
-¿Qué te peguen también?
-Me enloquece que me halen del pelo, que me muerdan los pechos hasta dejarme moretones, que me pongan boca abajo y que me den nalgadas mientras me penetran una y otra vez.
-¿Te han atado alguna vez a la cama?
-Eso me fascina mientras me dicen zorra, perra, ninfómana
-¿Con todos los hombres eres así?
-No, evidentemente, y no sobre todo en los primeros contactos.
-En cierta ocasión tuviste una desagradable experiencia, ¿no es así?
-Jamás olvidaré la saña con que me pegó aquel psicópata mientras yo le rogaba que dejara de hacerlo.
-¿Qué pasó?
-Tuvimos una segunda cita. Pero para él fue la última de su vida.
-¿Te has acostado con alguien sin gustarte?
-Me sucedió en Managua, donde me mandaron a una misión. La información requerida pasaba por meterme entre sábanas con Pancracio. Qué bello nombre comparado con su abominable figura, y además hediondo. Cuando regresé a mi hotel me froté todo el cuerpo con alcohol y durante quince días estuve haciendo enjuagues bucales.
-¿Ha habido alguien especial en tu vida?
-El novio con el que estuve a punto de casarme.
-¿Cómo era?
-Mi delirio en la cama. Mientras hacíamos el amor me trataba como una ramera; luego se transformaba en un ser tierno, dulce, cariñoso. Me dio paz, amor, seguridad. Jamás he dormido con nadie como dormía con él.
-¿Por qué te dejó?
- No supe valorarlo a tiempo.
-¿Y de nuevo a empezar?
-Así es.
-¿Has vuelto a empezar muchas veces?
-Muchas.
-¿Qué es para ti la fidelidad?
-Te lo diré cuando encuentre a mi tipo de hombre.
-¿Sigues buscándolo?
-Nunca dejaré de ser una romántica.
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AGENCIA BK DETECTIVES ASOCIADOS