Un asturiano en el periódico pro PSOE por excelencia en Las Palmas de Gran Canaria y un canario en el "diario independiente de la mañana" han salido en defensa del ex ministro Juan Fernando López Aguilar con la matraquilla de la presunción de inocencia. El asturiano Guillermo García-Alcalde Fernández, ha escrito:


"Ni por un momento he creido las denuncias (periféricas, colaterales) que pretenden dar pie a una acción judicial contra Juan Fernando López Aguilar. Las ambiguas manifestaciones de la persona presuntamente ofendida no concretan ni de lejos una acusación formal, que tampoco sería prueba por sí sola. Los numerosos puntos oscuros y las dudas fundadas describen una desproporción monstruosa con el daño inferido antes del comienzo de una investigaciòn siquiera indiciaria. Si, como preveo con razonable confianza, acaba en la inanidad el revuelo levantado, tan solo el recio carácter y la poderosa voluntad de este gran intelectual y político podrán superar un mazazo aniquilador para muchos otros. No para él, y de ello estamos seguros cuantos le conocemos más allá de su perfil público, en el territorio donde la ética, la conciencia y los valores son norma primaria de conducta, no retòrica para la galería. Todos lo sabemos: Juan Fernando es vehemente, pero no violento. Apasionado en la defensa de aquello en que cree, ideas y personas, pero exigente consigo mismo en argumentar la razón. Gracias a su trabajo gubernativo recibe hoy la violencia doméstica el rechazo intransigente de la mayoría social, una imagen de delito abominable que viabiliza su erradicación. Fue el suyo, y lo es, un trabajo inspirado y dirigido por la cultura jurìdico-polìtica desde el fondo de las convicciones: compromiso de fe en las leyes democráticas y en la perfectibilidad de la criatura humana. La sola conjetura de una caida en aquello que condena es demasiado grave como para admitirla sin pruebas que, a mi juicio, serán imposibles. En la misma difusión de los presuntos hechos, enorme y plural, han saltado dudas que solo podrá despejar una verificación extremadamente rigurosa. Huelga añadir que conozco y estimo a Juan Fernando Lòpez Aguilar. Mucho y desde hace muchos años, cuando su perfil era el de un estudiante excepcional y un dibujante celebrado en los diarios en que yo trabajaba. Seguí su carrera universitaria hasta la cátedra de Derecho Constitucional, como también su carrera política, sus numerosos libros y sus aficiones musicales, que comparto. No creo que todo esto me sobrecargue de subjetividad, sino de conocimiento de la persona. Nadie sabe qué pasa realmente en la intimidad familiar ni los desvaríos a que puede llevar un divorcio mal aceptado. Respeto y aprecio a su exesposa, pero le tengo a él por un ciudadano fuera de serie en capacidad y valores. Necesitaba decirlo: no le creo culpable en modo alguno y apuesto a que de esta prueba durìsima saldrá más fuerte y aún más resuelto a mejorar la vida colectiva con el arma incomparable de la solidaridad democrática. Somos muchos los que así pensamos".

Listillo, no se cuestiona la presunción de inocencia del ex ministro del caso Couso, sino la vulnerabilidad de la Ley de Violencia de Género en los casos de denuncias falsas (como López Aguilar se ha quejado ahora). Ese es el fondo del meollo. La Ley es buena para el resto de hombres víctimas de denuncias falsas y mala sólo en el caso de López Aguilar? Mezclar churras con merinos tiene el propósito de desviar el quid de la cuestión, y en esto García-Alcalde es un maestro.


El segundo artista de la confusión ha sido Juan Cruz Ruíz. Este pollo, ha escrito:


"Eugenio Scalfari, el legendario director del periódico italiano La Repubblica, que ahora preside ese diario, dijo hace 30 años a los estudiantes de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS una definición de este oficio que conmovió porque era difícil decir en tan pocas palabras qué hacemos cuando tecleamos una noticia, hacemos un análisis o entrevistamos a alguien. Dijo Scalfari, juntando las manos como si fuera un sacerdote laico en un púlpito que lo obligaba a la didáctica: “Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”. Dos décadas más tarde, en una universidad de Roma, juntó otra vez las manos largas con las que acompaña su paciencia de decir y les explicó a los alumnos que le escuchaban en esta ocasión una frase que le nació a él y que luego ha sido objeto de larga reflexión, suya y de otros: “El periodismo es un oficio cruel”. Por entonces, el periodista francés de origen argelino Jean Daniel, que fue compañero de Albert Camus en la lucha antinazi y redactor suyo en el periódico Combat, nos dijo algo parecido en su casa de París, rodeado de libros hermosos, entre ellos uno que recuerdo ahora: El sol en la obra de Albert Camus. En aquella atmósfera de estudio, el veteranísimo director de Le Nouvel Observateur nos dijo algo parecido: el poder que tenemos los periodistas para disponer de la vida de otros a veces es omnímodo, y por tanto puede ser cruel. Ahora son más veteranos, claro, pero entonces, cuando decían estas cosas, ya eran viejos adalides del oficio; de su pluma habían salido y seguirían saliendo opiniones contundentes sobre la política (ante todo) y sobre los diversos sucesos de la vida de la sociedad de este tiempo. Y ambos advertían del peligro de usar nuestro poder para derribar y acosar sin los elementos de juicio que son imprescindibles para que este poder no se convierta en un ejercicio liberado de las ataduras morales que exige. Esas reflexiones marcan una ética y una estética que encuentro que entre nosotros se ha desvarado en grado sumo. El periodista, armado de un brazo justiciero que se ampara en lo difícil que es que una corrección social de sus invectivas lo pongan en su sitio a tiempo, utiliza las páginas y los otros soportes en los que desarrolla el oficio para decir esto o lo otro (esto es lo que comentaba Scalfari) sobre las personas aun en sus más íntimas vicisitudes, sin pararse a pensar que quizá la historia es otra, o distinta. Esta facilidad para desenfundar se acrecienta cuando parece haber consenso social sobre la maldad de alguien al que se erige como protagonista oscuro de la historia. Pasa ahora, sin duda, con el eurodiputado Juan Fernando López Aguilar, declarado prematuramente culpable de violencia de género cuando aún no hay ni sentencia ni puede decirse que ya se manejen todos los datos. Esta facilidad de desenfunde se junta con el ejercicio conmiserativo del juicio, que consiste en declarar, antes de declararlo culpable, que diga él lo que diga algo habrá porque…, y en los porques ya los periodistas nos lanzamos a rastrear hasta su modo de agarrar la guitarra. Quién sabe nadie del todo lo que pasa en una casa. Pues si uno lee ahora lo que se dice, parece que muchos periodistas no sólo tenían un periscopio, sino que vivían en la casa de Juan Fernando López Aguilar".

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RAFAEL SÁNCHEZ ARMAS

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