Decimosegundo aniversario del asesinato impune de mi madre Juana Sánchez Armas. Me lo recordó "Las armas secretas de la CIA", de reciente lectura. Antes de su muerte, un mes antes, crucé la frontera de Francia para busca ayuda a cambio de información (en aquella época yo manejaba mucha información del Estado en Cataluña desde mi cuartel general en la Organización de Usuarios de la Justicia). Tras meses pidiendo la intervención de las autoridades de Cataluña por la tortura farmacológica de mi madre en la Residencia Geriátrica Berllor, en Badalona, la justicia brillaba por su ausencia. Decidí quitar del medio a un consejero del gobierno catalán del 3'5 per cento di commissione (a quien yo, por su indiferencia como represalia por mi actividad contra la mafia catalana, responsabilizaba de la situación de mi madre). Pero ETA en ese momento estaba cocinando la tregua de 1998. Regresé a Barcelona con las manos vacías. Murió mi madre y poco después abandoné España. Renuncié definitivamente a hacer justicia por mi cuenta. Pero ni olvido ni perdono. Siempre tendré en el punto de mira (cibernético, para hacerlos famosos) a Fernando Goizueta Ruíz, juez culpable de prevaricación y falsedad en documento, y César Alías Tudurí, médico forense "socio en comandita" del juez Fernando Goizueta Ruíz. También a los fiscales generales del Estado de los gobiernos de DON Giuseppe Aznar López y José Luis Rodríguez Zapatero, respectivamente. Asimismo no me olvido del entonces jefe de la Brigada Local de Información de la Policía Nacional en Badalona, un verdadero representante de "la ley y el orden". En vez de investigar el crimen de tortura emborronó un informe sobre la Organización de Usuarios de la Justicia, su objetivo, su estructura, su financiación. Hizo hincapié en preguntarse quién estaba detrás y por qué la revista se llamaba "La Mirada del Halcón". ¡¡Qué hijo de la gran democracia!! Soy pragmático (conocedor de mis limitaciones) y por lo tanto sólo me queda la paciencia (esto lo aprendí leyendo un libro de Victor Ostrovsky, un desertor del MOSSAD). Vendrán tiempos mejores.


"Las armas secretas de la CIA" (nada secretas desde hace muchos años) trata del programa MK-ULTRA de la CIA para torturar con fármacos y drogas incluso a "conejillos de Indias" fuera de toda sospecha. El episodio ocurrido con Mary Morrow, tratada con Largactil, me trajo a la memoria ese fármaco por haber sido usado impunemente con mi madre (una anciana de 85 años) en la Residencia Geriátrica Berllor para desestructurar su mente y evitar que señalara a su cobarde agresor. Las consecuencias de la administración de Largactil fueron impunidad, lesión irrevesible del nervio óptico y precipitación de la senilidad.


"Cuando Mary Morrow dejó el equipo del doctor Robert Cleghorn (mano derecha de doctor Ewen Cameron, asalariado de la CIA en Canadá) para trabajar en otro hospital, sus obligaciones le habían dejado poco tiempo para estudiar y obtener el título superior en neurología. Semanas antes de los exámenes contrajo panisinusitis e ingresó en el Hospital Royal Victoria para ser operada. En cuanto le diero de alta se volcó de nuevo en el trabajo. Pero contrajo otitis media en ambos oídos, una efermedad dolorosa. Decidida a obtener el codiciado título del Royal College se esforzó todavía más y aprobó el examen escrito. Sin embaro la prueba oral, con los oídos aún resentidos, no superó la prueba. Asomaron a sus ojos las primeras lágrimas de impotencia. Sin la especialidad en neurología el puesto en una clínica para epilépticos quedó en manos de otro colega. Empezó a tomar estimulantes de día y somniferos de noche (...). Siguió adelante a trancas y barrancas, saltándose las comidas y tomando pastillas (...). Sus últimos vínculos con la medicina se cortaron cuando la despidieron del instituto neurológico. Tras semanas sin apenas probar bocado encontró trabajo como enfermera en una clínica de reposo. Su desnutrición iba en aumento y siguió consumiendo Dexedrina. La ingesta de pastillas, la mala alimentación y la falta de sueño terminaron por hundirla. Recurrió al psiquiatra Ewen Cameron en busca de empleo. Ingresó en el Hospital Royal Victoria para un reconocimiento previo. Cuatro semanas después, aparte de un chequeo a fondo sólo había hecho reposo. Mary Morrow estaba avergonzada y humillada. "Quiero ayudarte" -dijo Ewen Cameron. Pocos días más tarde la ingresó en el Allan Memorial Institute , una tapdera de la CIA (...). Mary Morrow gritó durante horas porque ella no había consentido su tratamiento con electrochoques. Todas la mañanas escuchaba pasar al doctor Cameron como una exhalación delante de su cuarto. Pensaba que era cruel, salvaje e inhumano que no la visitara. La espera le pareció tan malo como no saber qué hacer. Cada vez estaba más agotada, sin energía incluso para levantarse de la cama. El miedo parecía estrujarle el corazón. Una mañana apareció el doctor Cameron con un médico joven. Portaba una bandeja cubierta con una toalla esterilizada. Mary Morrow, dijo: "No quiero más electrochoques. No me irá bien. No quiero que me frían de ese modo. No pueden obligarme. No pueden imponer a un paciente un tratamiento no deseado. Soy médico, sé lo que digo". El psiquiatra de la CIA la interrumpió: "Muchacha, escúchame. Vamos a dormirte y administrarte el tratamiento de choque mientras duermes". "¡¡No!!" -respondió ella. El doctor Cameron destapó la bandeja y cogió una jeringuilla. Quitó la funda de la aguja. "Dame el brazo, muchacha". "¡¡No!! ¡¡No, por favor, no!!". Todo había sido un truco -pensó Mary Morrow- para ingresarla en el Allan Memorial Institute. El doctor Cameron le había mentido. "¡¡Electrochoques no, por favor!!" -gritó ella. "¡¡Por favor, no!!". El doctor la inyectó. !!Nooo!! ¡¡Noooooooo!!... La luz dio paso a la oscuridad. Despertó con un espantoso dolor de cabeza. A la mañana siguiente recibió otra tanda de descargar eléctricas. El doctor Cameron y una enfermera la visitaron tres veces en la siguiente semana. Mary Morrow se preguntaba cuánto tiempo más podría soportar el atroz dolor de cabeza. Aterrorizada en la cama notaba cómo su mente empezaba a desintegrarse (...). En el Allan Memorial Institute le negaron el acceso a la hermana de Mary Morrow. Pero Margy, con los nervios a flor de pien, amenazó con llamar a la policía (...). Los dos siguientes días mantuvieron a Mary Morrow en un letargo drogado mientras aumentaban la dosis de Largactil hasta los 600 miligramos (...). Finalmente el doctor Cameron organizó el traslado urgente de Mary Morrow al Hospital Royal Victoria. Cuando salió del instituto, ella le dio una vez más las gracias a Dios por haber escapado a la suerte planificada por el doctor Cameron. Pero ¿qué pasaba con los centenares de pacientes caídos en las manos del doctor Cameron durante varios años? ¿Qué había sido de ellos?

TORTURA Y ASESINATO DE JUANA SÁNCHEZ ARMAS


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RAFAEL SÁNCHEZ ARMAS

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