Abogado, estafador, violinista, secretario de clérigos y nobles, escritor (de comedias, novelas, sonetos), tahúr, bibliotecario, empresario sin éxito, alquimista, emisario de gobiernos, curandero. El príncipe de Ligne dijo de Giacomo Casanova: "Cada palabra suya es una revelación y cada pensamiento un libro". Departió con Goethe, Voltaire, D'Alembert. También con los principales monarcas de la época: Luis XV, Catalina II, Jorge III, Federico II, Estanislao II Augusto, Leopoldo II. A Carlos III, un tipo raro (sólo amó a una mujer), lo vio de lejos durante una cacería, y de la emperatriz María Teresa echaba veneno por la boca por su prohibición de todo manoseo de la carne humana. "El conocimiento está reñido con la teología" (Giacomo Casanova). Sin embargo cultivó el trato con los papas Clemente XIII y Clemente XIV. El primero le otorgó el título de Protonotario Apostólico Extra Urbem y la Cruz de la Oden de la Espuela Dorada. ¿Infalibilidad de los papas? Clemente XIII autorizó el juego de azar y vetó el baile y Clemente XIV hizo lo contrario. Giacomo Casanova nació en Venecia, el 2 de abril de 1725, de familia de comediantes, escritores y aventureros con ascendencia española. A la edad de nueve años la abuela materna lo dejó bajo la tutela del abad Gozzi, coleccionista de libros pornográficos. Casanova leyó con provecho toda la obra y después practicó con la hermana del abad, cuatro años mayor. Tras graduarse en Derecho Público y Canónico encontró trabajo como secretario del cardenal Acquaviva. No duró mucho tiempo por culpa de un romance con la hija del profesor de francés contratado por el cardenal. Partió como soldado hacia Oriente Medio. En Constantinopla descubrió el alma de la mujer islámica. Estaba platicando con Yusuf Alí cuando apareció la esposa del turco. El hombre lo dejó a solas con ella como prueba de amistad. No perdió ripio y le declaró su amor. La esposa del turco permaneció quieta mientras el veneciano la tomaba por las manos para besarla. Intentó quitarle el velo del rostro, pero la mujer dio un salto hecha un basilisco. Estaba dispuesta a ofrecerle su templo del placer mas no desnudar su cara. De vuelta en Venecia, Giacomo Casanova ejerció como violinista en el teatro San Manuel y entabló amistad con el senador Matteo Bragadin (aficionado a las ciencias esotéricas), cuyo mecenazgo duró hasta su muerte. Durante varios años viajó a cuerpo de rey. Mujeres, duelos, timbas. Regresó a Venecia dispuesto a poner en solfa la mojigatería imperante. En el convento de Santa María Degli Angeli sedujo a la novicia Caterina Capettra y a la priora Marina Morosoni, que también estaba en tratos con el cardenal Françoise de Pierre de Bernis, embajador francés en la república de Venecia. Sus andanzas no pasaron desapercibidas para el Tribunal de la Inquisición del Estado y terminó en una mazmorra, junto a la plaza de San Marcos. Pulgas, frío, silencio. En la celda andaba encorvado debido a su estatura. Una comida diaria y quince días sin defecar. Ni libros ni visitas durante cuatro meses. En prisión conoció a varios personajes ilustres. Tommasso Fenaroli, un abad estafador y enamorado del vino de Canarias; Agostino Marino Balbi, monje agustino y padre de seis hijos de tres mujeres diferentes, y Andrea de Undine, conde y abogado (cosa rara no estaba privado de libertad por corrupto, sino por haber defendido a varios campesinos pobres de las garras de los nobles de la región). Quince meses estuvo alojado en la cárcel hasta su fuga. Llegó a París del brazo de una dama. El cardenal Françoise de Pierre de Bernis lo nombró director de la Lotería de la Escuela Militar (hoy Lotería Nacional de Francia) y le presentó a Etienne-François de Choiseuil, conde y amante de Jeanne Antoinette Poison, la influyente marquesa de Pompadour (amante también de Luix XV). El conde de Stainville, secretario de guerra, pecaba de verbo suelto. Inspirado en él, Giacomo Casanova inventó un dicho: "Un secreto para continuar siéndolo no debe ser conocido por dos personas ni tan siquiera por el conde de Stainville". También conoció a la marquesa de Urfé, casi treinta años mayor, fanática de la cábala, el oráculo, la astrología. Giacomo Casanova le hizo creer que atesoraba poderes ocultos transmisibles a través de la transmigración del alma por medio de un hijo engendrado por ambos. Murió de vieja y desplumada por el veneciano sin haber alumbrado naturalmente a la soñada criatura. "Cualquier mujer, honrada o no, se vende por amor o por dinero" (Giacomo Casanova). Nobles, cortesanas, novias sin dote, costureras, sirvientas, posaderas, adúlteras, púberes, meretrices. No dejó de regalar joyas y promesas (falsas) de matrimonio hasta la bancarrota. Una misión en Holanda por cuenta del rey Luix XV le hizo llenar de nuevo las arcas y continuar semejante relajo con el mundo femenino. Hasta entonces sólo había dormido con dos mujeres a la vez. En Grenoble lo hizo con tres hermanas, Rosa, Manon y Anne-Roman. Tremendo barullo de puertas, risas y gemidos aquella noche. Anne-Roman se convirtió más tarde en la baronesa de Meilly Cohfonger y amante del rey Luis XV. Oh, la France!! "Los franceses son celosos con sus amantes y complacientes con sus esposas" (Giacomo Casanova). De ahí su dedicación a tantas damas casadas. Ocurrió en la tienda de la hija del intendente del duque de Elbeuf. Diecisite años, ojos vivaces, boca desaprovechada. Gilbert lo saludó con una sonrisa. Casanova se probó un pantalón, dos, cuatro. Escogió el aconsejado por ella. El marido de Gilbert aceptó la invitación de Casanova para comer juntos en su apartamento. De postre tomaron chocolate. Pero el hidalgo caballero francés pidió excusas porque a esa misma hora estaba citado con un cliente. La esposa y el veneciando se quedaron solos. "La excesiva timidez es atributo de la zoquetería" (Giacomo Casanova). La besó de norte a sur con parada y fonda en el ecuador. Gilbert temblaba a punto de perder la razon. El Monte de Venus, húmedo como un arroyo de aguas cantarinas, ansiaba un pedazo de carne humana de 18 centímetros de eslora. Casanova intentó penetrarla, pero ella dio un brinco. Recuperó el juicio. "¿Qué sucede?" -preguntó él. "Soy virgen -respondió ella-. Mi marido aún no ha hecho uso del matrimonio". Así estaba el mundo en aquella época. "En materia de pasión y placer la mujer va por delante del hombre" (Giacomo Casanova). Dicho y hecho. Gilbert no permitió ser "profanada" por la proa mas no puso resistencia por la popa. Dijo: "Métemela por detrás. Mi esposo nunca se dará cuenta". Casanova la puso en posición decúbito prono y a vivir que son dos días. Dos semanas más tarde por fin el cónyuge simplón la hizo suya y desde entonces Casanova también la saboreaba por la proa. Aquella bonita amistad duró hasta la huida precipitada del veneciano de París por un embrollo financiero. "Estafar no está bien, pero el engaño honesto es prudencia de carácter. Es una virtud. Quien no sea honesto de carácter es un necio". Con el monedero vacío llegó a Prusia y tuvo la osadía de solicitarle audiencia a Federico II. El "rey flautista" respondió de puño y letra. ¿Rey flautista? Incluso llegó a componer varias sonatas. Efectivamente le gustaba mucho la "flauta". ¡¡Tremendo mariconazo!! Cuatro de la tarde. Giacomo Casanova, vestido de negro, acudió a la cita. Dieron un paseo por el jardín. El veneciano, alto, fornido, elegante, no destacaba sin embargo por sus facciones. Ninguna mujer jamás lo había llamado guapo. ¡¡Pero!!... "Sois muy bello", dijo el "rey flautista". Hablaron del arte de la guerra, cómo financiarla. Casanova le propuso crear una lotería semejante a la francesa. Nada de impuestos ruinosos. "El mejor tributo es el tributo popular. Sólo una de cada vez el rey pierde". "¿Se trata de un cálculo seguro?", pregúntó Federico II. "Tan seguro como todos los cálculos políticos". "Pues no se hable más". Efectivamente no volvieron a mencionar el tema. Sin embargo Federico II no despachó a su invitado sin más. Le ofreció ser gobernador de un colegio de cadetes en Pomenaria, patria chica de Catalina II, la emperatriz de Rusia. "Siempre he dudado de la inteligencia de los reyes. Aquella propuesta de Federico II me ratificó en la idea" (escribió Casanova en sus memorias). Una mañana, el emperador de Prusia se presentó en el colegio de cadetes. Descendió del caballo y entró en el dormitorio de los alumnos. "¡¡Firme, ar!!", ordenó Casanova. Qué berrinche cogió el monarca. En una esquina del dormitorio, una insolente escupidera, llena de mierda fresca, también le dio la bienvenida. Naturalmente el veneciano perdió la confianza del sarasa y prosiguió su vida errática. En San Petersburgo le fascinó las "noches blancas"; el baño de hombres y mujeres desnudos en el río Neva y el prestigio del oficio de tramposo. En Rusia no pagar las deudas de juego se consideraba un honor. Naturalmente Casanova no tuvo necesidad de batirse con nadie. "En el amor la mera idea de la violencia siempre me repugnó" (Giacomo Casanova). Una rusa le hizo cambiar de idea. "Las mujeres tienen fantasías sexuales, pero no siempre se sienten libres para expresarlas. Cumplirlas puede ser muy estimulante. A muchas mujeres les gustar tomar el papel de "chica mala" porque ya se sienten cansadas de ser una dama en el dormitorio. Desean un sexo más salvaje. La mayoría de las mujeres realmente quieren algo más agresivo, incluso más allá del lenguaje. A muchas les gustaría ser atadas y tiradas del cabello".
Fantasía Sexuales de las Mujeres.
Giacomo Casanova abandonó voluntariamente San Petersburgo. No le sucedió lo mismo en Colonia, donde terminó preso por cortejar a la mujer del alcalde, ni en Sttugart por deudas de juego. En Polonia tampoco calentó la silla tras batirse en duelo con el general Francizek Branicki, valido de Estanislao II Augusto (antiguo amante de Catalina II, gran hembra en el tálamo parrandero). En Londres conoció a Charles Geneviève Louis Auguste André Timothée, secretario de la Embajada francesa y conocido históricamente como "el caballero d'Eon". En realidad se trababa de un agente secreto de Luis XV. Casanova no tuvo buen ojo clínico: "Pese a sus ademanes masculinos no tardé ni cinco minutos en reconocerlo como mujer, por su voz, por sus formas demasiado redondas, por la ausencia de barba". Tiempo más tarde la autopsia reveló su condición masculina. De Londres le sorprendió la gran cantidad de tabernas, burdeles y devotos del Señor. Los ingleses les pareció bruscos, groseros. No vio ni a una mujer voluptuosa. "¿Dónde están las mujeres culonas?". Qué verdad más grande. Flacas y largiruchas. Puso un anuncio en la puerta de su vivienda. "Se arrienda habitación, barata, a joven sola". Acudió Paulina, lusitana, hija de un conde acusado por el marqués de Pombal de atentar contra el rey José I de Portugal. Como inquilina jamás dio un escándalo y como amante nunca abandonó la cama de Casanova hasta su partida hacia Lisboa. En las timbas organizadas por Carolina Harrigton, hija del duque de Grafton y esposa del vizconde de Petershan, Casanova entabló amistad con lo más granado del hampa: el barón de Wiedan; el conde Tomasso Medini; Ange Goudar, estafador, proxeneta y novelista de fama. "Es un crimen dejar a la gente sin jugar porque ha nacido para perder" (Angel Goudar). Precisamente Goudar fue quien le presentó a Marguerite, hija de un funcionario suizo destinado en Londres con apuros económicos. Casanova pagó la deuda y ella lo recompensó una noche. Un polvo demasiado caro. Habló de nuevo con Goudar. Esta vez le presentó a una mujer de origen alemán que estaba a punto de ingresar en la cárcel por no pagar un crédito. Giacomo Casanova compró su libertad a cambio de acostarse con las hijas, cinco, una tras otra. La quiebra rondaba de nuevo el bolsillo del veneciano, y para colmo de males volvió a toparse con Marianne Charpillon, lista como el hambre e hija de una deudora parisina de Casanova. Invirtió hasta el último penique en aquella criaturita de dieciocho años. Inversión en balde porque no se comió nada. Vengativo como Dios manda, compró un loro. El animalito se pasaba todo el bendito día, en Soho Square, repitiendo: "Marienne Charpillon es más puta que la madre". Casanova huyó de Londres tras negociar una letra de cambio falsa. Intento hacer escala en París, pero Luis XV le retiró el saludo. Tampoco en Viena lo dejaron echar anclas. En Spa (Bélgica), balneario de moda entre los nobles y tahures, conoció a la princesa Lubomirska. Le dio una carta de recomendación para el conde de Aranda. Puso rumbo a España dando un rodeo por Roma. En la "ciudad santa" desvirgó a Lucía de Franceschi y en Nápoles le prometió matrimonio a Leonilda, una diosa del olimpo, querida del duque de Matalone, Carlo Caraffa, casado con Victoria de Guevara. Ni Victoria ni Leonilda se llevaban nada a la boca porque Carlitos era impotente. Casanova y Leonilda protagonizaron un revolcón memorable. Juntos visitaron a la madre de la joven para firmar el contrato de matrimonio. Tocaron a la puerta. Abrió Lucrecia, exclamó: "¡¡Señor Casanova!!". Se desmayó. Cuando recuperó el tino, dijo: "Leonilda, el señor Casanova es tu padre. Fuimos novios hace veinte años". No contrajeron matrimonio pero el veneciano le hizo entrega de cinco mil ducados como "derecho de viudedad". Mientras Leonilda buscaba consuelo tomando helados, Casanova y Lucrecia dieron rienda suelta a la efervecescencia acumulada después de tantos años. "Ningún filósofo será capaz de aprobar el incesto, algo contranatura, porque si un padre se atreve a yacer con su hija comete un acto de tiranía con la naturaleza y el orden social. Yo, aunque estoy libre de prejuicios, semejante unión me parece abominable en todos los aspectos, si bien deja de serlo cuando un padre y una hija se aman desconociendo su parentesco". Leonilda regresó de la heladería. Abrió la puerta de la habitación de la madre. Con los ojos vendados y las manos atadas a la cama, Lucrecia gemía mientras Casanova la devoraba donde las piernas se juntan. Leonilda se sumó a la parranda con el beneplácito de ambos. En Madrid, Giacomo Casanova se presentó ante Pedro de Abarca y Bolea, presidente del Consejo de Castilla. "¿Qué le trae por España?" -preguntó el conde de Aranda. "Estudiar las costumbres del pueblo y poner mi humilde talento a su servicio". Nadie le hizo caso en Madrid. Sólo el alcalde le prestó atención. Lo detuvo por tenencia ilícita de armas: varias pistolas; puñales a montones; una carabina. "Los franceses siempre me han gustado por sus modales tan gentiles y corteses; los españoles no porque son repelentemente orgullosos. Sin embargo en más de una ocasión he sido engañado por los franceses. Jamás por los españoles. Desconfiemos pues de nuestros gustos". Madrid, Toledo, Aranjuez. Toros, guitarras, mujeres. Ignacia, Dolores, Nina. A Nina Bergonzi la conoció en Valencia durante una corrida de toros. A orillas del río Turia, aquella bailarina italiana desterrada de Barcelona por influencia del obispo catalán, gozaba de lujo y libertad, pero estaba solita de noche. Sin permiso de su amante, Ambrosio Funes de Villapando, capitán general de Cataluña, invitó a Giacomo Casanova a reparar tanta injusticia. Poco después intervino el rey de España y Nina pudo regresar a Barcelona. Ardió troya cuando el capitán general de Cataluña tuvo noticias del relajo entre ambos. Cuarenta días a la sombra estuvo Casanova por orden del cornudo. Después tocata y fuga hasta la frontera a bordo de una tartana llena de agujeros como un colador. Los sicarios de Ambrosio Funes de Villalpando no dejaron de disparar hasta no verla más allá de Perpignan. Tras vagar por varias ciudades italianas, sin dinero ni trabajo, Casanova tomó la decisión de reconciliarse con la Inquisición del Estado de Venecia. Escribió "Confutazione" para refutar la "Historia del gobierno de Venecia", considerada una ofensa para la república veneciana. Mientras aguardaba las noticias del senador Pietro Zaguri, volvió a encontrarse con Leonilda, casada con un marqués impotente. La hizo madre con el consentimiento del marido. Ella, en señal de gratitud, le devolvió la dote entregada una década atrás. Casi veinte años duró el exilio del veneciano. Entre quienes le dieron la bienvenida estaba Caterina Capettra, quien lo ayudó económicamente. Durante ocho años trabajó como secretario de un diplomático genovés; editor de una revista y confidente de la inquisición. En dicho tiempo compartió la cama de la costurera Francesca Buschini. Un día tuvo un enfrentamiento con un acreedor del diplomático genovés. Cruce de insultos y amenazas. Pero ya no estaba en condiciones de batirse en duelo. Huyó definitivamente de Venecia. En Viena buscó empleo como secretario del embajador veneciano Sebastian Foscarini. Durante una gala en la Embajada trabó conversación con Josep Charles Waldstein, sobrino del príncipe de Ligne (viejo amigo de Casanova) y chamberlán del emperador. Le ofreció la dirección de la biblioteca del castillo de Dux, en Bohemia. Cassanova rechazó la propuesta porque disfrutaba del amor de sendas damas. Lunes, miércoles y viernes con una y martes, jueves y sábado con la otra. Los domingos también los alternaba salomónicamente. Sesenta añitos contaba ya, pero nunca fallaba de noche, de madrugada, por la mañana. Los domingos y fiestas de guardar no se levantaba de la cama. Ni
tabaco ni borracheras.
En eso radicaba el secreto de Giacomo Casanova, también en el consumo de chocolate (tan afrodisíaco como el aguacate). Un año después falleció el embajador y Casanova partió hacia Bohemia. Mil florines de sueldo como bibliotecario. Desde 1785 hasta 1798 apenas salió del castillo de Dux. Pero ¿cómo enjaular a una gaviota sin matarla de pena? Protestaba por todo, por la comida, por los sirvientes del conde de Waldstein, por el conde... En un muro del cementerio de la iglesia de Santa Bárbara, en Dux, hay una placa. Dice:
"Jakobo Casanova / Venedig 1725 / Dux 1798".
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